Hablamos mucho últimamente de conexiones. Conexión con la espiritualidad, conexión con nuestro propósito de vida, conexión con nuestro trabajo y con nuestros compañeros de trabajo, conexión con el mundo que nos rodea, en sí conexión con todo, pero poco hablamos de las conexiones afectivas con nuestra familia.
Parece que las redes sociales están robando nuestra atención y le damos más importancia a los "nuevos amigos” haciendo parte de ese gran grupo de personas que se dedican a buscar por internet como tener la aprobación y aceptación de otros.
A esto le llamamos “conexiones” pero lo que realmente significa la palabra “conexión” es: enlace, atadura, acción o efecto de conectar entre una cosa u otra, pero también entre una persona y otra. Por esto es importante preguntarnos, ¿en qué momento le cambiamos el significado a esta palabra? hicimos que esta palabra perdiera la magia de su significado. Conectar con las personas y sobre todo con nuestras familias.
La conexión en el ámbito humano implica una gran cantidad de aspectos, como por ejemplo sentimientos desde la empatía, la solidaridad, el afecto y sobre todo implica estar dispuestos no solo a recibir, sino más bien a brindar en grandes cantidades de amor, tiempo, escucha, palabras emotivas, atención, risas, recursos, etc.
Ahora bien, si hablamos de conexión en el escenario afectivo, podemos decir que las conexiones afectivas especialmente con nuestras familias consolidan las bases de nuestro hogar, nos hacen sentir felices, seguros y nos permiten crear una fortaleza sólida ante los desafíos y situaciones que se nos presenten en la vida.
Nuestro hogar se convierte en el lugar seguro y nos permite enfrentar de mejor manera los problemas o las condiciones adversas de la vida. Por esto es que los niños requieren la consolidación de lazos afectivos al interior de su familia, así contribuimos al sano desarrollo de su personalidad. Son los padres los que ejercen mayor influencia en los comportamientos de los pequeños y es a través de las conexiones afectivas que creamos un ambiente propicio y sano para que ellos aprendan para toda la vida.
Logramos entender el papel tan importante que juegan las relaciones afectivas en la familia y cómo influyen en el desarrollo cognitivo de los pequeños para bien o para mal.
Por ejemplo, la teoría del humanismo nos habla de la capacidad de desarrollarnos como seres humanos para aprender según el nivel de confianza que tenemos en nosotros mismos. Es por esto que si creamos un entorno sano emocionalmente se contribuye de forma positiva al buen desarrollo de la personalidad, se fomentan los valores familiares y por supuesto sociales, por tanto, vale la pena preguntarnos ¿Cuánta confianza podrían desarrollar nuestros pequeños si fomentamos un ambiente sano y lleno de amor al interior de nuestro hogar?
En el caso de los niños más pequeños, no es tan difícil notar su verdadero interés, pues para ellos es más valioso el significado del amor. Lo demuestran a través de su conducta y su inocencia. Ellos están siempre a la espera de una palabra gentil por parte de sus padres.
Los niños observan con sorpresa cada cosa nueva que ven y sienten compasión de la manera más pura y genuina, aprenden desde el amor, desde el respeto, desde las palabras de aliento, desde el ejemplo. Pero también pueden hacerlo desde las peleas, desde el mal trato, desde los insultos. Por cualquiera de los dos caminos terminan aprendiendo sencillamente porque es el estado natural del ser humano, estamos destinados a satisfacer nuestra curiosidad y a aprender de nuestras experiencias, no somos una hoja en blanco y mucho menos una que se mantendrá en blanco por siempre.
Pero ¿De qué manera nos hubiera gustado a nosotros aprender? ¿Qué es lo mejor que podemos ofrecer a nuestros hijos y que por supuesto no sea material? ¿Es que acaso no creemos que existirían mejores seres humanos si primara el cariño y la atención en los hogares, en vez del maltrato?
Los niños creen ciegamente en sus adultos, son mamá y papá, los mejores seres humanos ante sus ojos, son los más inteligentes, los más guapos y su ejemplo a seguir, aprendiendo por imitación sus palabras, acciones y conductas. Por tanto, la educación a través de las conexiones afectivas permite crear aprendizaje de valor que será significativo para los niños durante el resto de sus vidas.
Cuando a un niño se le enseña con amor, aprende a observar la belleza de las cosas, a dar valor y significado a todo lo que lo rodea. De esta manera se da, de forma más natural, que nuestros hijos desarrollen un amor genuino por el aprendizaje.
Esta es una de las mejores enseñanzas que podemos darles a nuestros pequeños, a través de nuestros actos les enseñaremos sobre el AMOR. Aprenderán a amar lo que los rodea, amar lo que aprenden, amar lo que son, es este sentimiento el que mantendrá encendida la chispa de la curiosidad que debe moverlos por el resto de sus vidas y que les permite aprender y maravillarse por lo que encuentran a su paso.